La detención de Cristina Fernández de Kirchner no es sólo un hecho judicial, es un acto profundamente político que busca disciplinar, asustar, marcar la cancha. Pero también -y quizás sin quererlo- es un llamado. Un llamado a despertar de una larga siesta que nos estaba apagando por dentro.
Nos duele, sí. Nos llena de bronca, también. Pero puede -si somos capaces de interpretarlo- ser el momento que nos devuelva la mística, esa energía que siempre fue el combustible del peronismo cuando fue movimiento y no maquinaria.
El peronismo nació de una interpelación del pueblo al poder, y de un poder que eligió estar con el pueblo trabajador. Con Perón y Evita hubo una promesa de dignidad, de justicia social y de protagonismo comunitario que todavía resuena. Hoy, esa promesa está en jaque, y no se la ataca sólo en los libros o en los discursos: se la persigue en la figura de quien, con todos sus aciertos y errores, supo tocar intereses reales y devolverle a la política su sentido transformador.
A Cristina no la detienen por nostalgia, la detienen por vigencia.Pero no basta con indignarnos. No podemos responder sólo con consignas o con épica vacía. Hay que pensar con frialdad, con estrategia, con racionalidad. Volver a preguntarnos cómo se construye mayoría, cómo se organiza la esperanza en una sociedad cansada, dolida, muchas veces escéptica. La emocionalidad es vital para reconstruir la mística, pero necesita estar acompañada por un mensaje claro, por un horizonte posible.
Tenemos que volver a decirle a nuestro pueblo que el trabajo no es un recuerdo, que el pleno empleo puede ser una política, que el Estado no está para ajustar sino para cuidar.La sociedad nos está mirando. Nos pregunta cosas concretas: ¿qué harían ustedes con la economía? ¿cómo se combate la inseguridad? ¿qué proponen para los pibes que no consiguen laburo? Esa interpelación no puede ser ignorada. No basta con levantar carteles: hay que construir un proyecto. La calle y las urnas, el corazón y la cabeza, la épica y el programa.La historia no se detiene. Ya pasamos otros inviernos.
En el 55, con Perón derrocado y la Resistencia organizándose en silencio. En los 90, con los derechos convertidos en mercancía. En el 2015, con el intento de borrar cada conquista. Cada invierno nos pidió lo mismo: resistir con dignidad y construir con paciencia.El Indio Solari lo dijo mejor que nadie: “en la resistencia, el hidalgo valor de la vida”. No hay épica sin riesgo, no hay pueblo sin lucha. Resistir no es aguantar: es vivir con intensidad. Es no rendirse. Es volver a creer.
Que este golpe no nos hunda. Que nos encuentre organizados, lúcidos, y más convencidos que nunca.Como nos enseñó Perón: "La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo". Que esas palabras vuelvan a ser guía. Que esta tristeza se transforme en el valor necesario hasta que todo sea como lo soñamos.